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Las infinitas arrugas de su cara y los párpados caídos de sus ciegos ojos, escenifican el declive, decadencia y la inminente desaparición de las huellas del oficio más antiguo de la humanidad. Con 92 años y una brillante memoria, Santos describe el uso de las plantas, los ungüentos y los sobijos. Los paisajes de su caserío, nos remiten a la Costa Rica de los caminos y trilleros. Doña Santos falleció en marzo del 2013, un mes después de haberla entrevistado. Está enterrada en el Cementerio de Silencio, comunidad de Guatuso.

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